LA VERDAD

El capitalismo es un sistema social que se basa en la explotación de la clase trabajadora a manos de una minoría de la sociedad, aquellos que poseen los medios de producción, es decir, los capitalistas. El dominio de esta minoría sobre la mayoría es garantizado por el estado que es el instrumento por el cual una clase impone su dominio sobre otra. El estado burgués garantiza el dominio social de los capitalistas mediante su control del aparato del estado. El aparato ideológico del estado -la educación, la familia, la Iglesia, los medios de comunicación, las cúpulas sindicales y políticas reformistas, etc- garantiza la difusión de los valores e ideas de la clase dominante con objeto de impedir la concienciación política y por consiguiente, la lucha, de la clase dominada. El aparato ideológico tiene, por tanto, una función preventiva. Su misión es evitar el levantamiento de la clase dominada. A pesar de que el capitalismo ha perfeccionado notablemente este aparato, en algunas ocasiones -los momentos en que se producen crisis revolucionarias- su control social no puede ser garantizado sólo por el dominio ideológico. Es entonces cuando actúa el aparato coercitivo -ejército, policía, Guardia Civil, etc- mediante la represión violenta de cualquier movimiento que desestabilice el dominio de los capitalistas.

MOGULUS TV

miércoles, 23 de abril de 2008

EL MEJOR DISCURSO PRONUNCIADO EN LA ONU. ¿SOLO EN LA ONU?

Una niña de 14 años pronunció en la Cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas en 1992, ante los principales dirigentes del planeta, lo que se ha calificado como el mejor discurso político oído nunca por la ONU. Lo sería si no fuera porque dice a las claras verdades como templos, lo que tiene muy poco de política y mucho de sinceridad, sentido común y deseo real de cambios efectivos.

A continuación se muestra una transcripción del discurso en castellano:

Hola, soy Severn Suzuki y hablo por ECO (Environmental Children’s Organisation), Organización Infantil del Medio Ambiente. Somos un grupo de niños de 13 y 14 años de Canadá intentando lograr un cambio: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Recaudamos nosotros mismos el dinero para venir aquí, a cinco mil millas para deciros a vosotros, adultos, que tenéis que cambiar vuestra forma de actuar. Al venir aquí hoy, no tengo una agenda secreta. Lucho por mi futuro.

Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones por venir. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos del mundo cuyos lloros siguen sin oírse. Estoy aquí para hablar por los incontables animales que mueren en este planeta porque no les queda ningún lugar adonde ir. No podemos soportar no ser oídos.

Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar a Vancouver, mi hogar, con mi padre hasta que hace unos años encontramos un pez lleno de cánceres. Y ahora oímos que los animales y las plantas se extinguen cada día, desvaneciéndose para siempre.

Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes y las junglas y bosques repletas de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán siquiera para que mis hijos los vean.

¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían mi edad?

Todo esto ocurre ante nuestros ojos y seguimos actuando como si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Soy solo una niña y no tengo todas las soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen.

No saben como arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono. No saben como devolver a los salmones a aguas no contaminadas. No saben como resucitar un animal extincto. Y no pueden recuperar los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos.

Si no saben como arreglarlo, por favor, dejen de romperlo.

Aquí, deben ser delegados de gobiernos, gente de negocios, organizadores, reporteros o políticos, pero en realidad sois madres y padres, hermanos y hermanas, tías y tíos, y todos vosotros sois el hijo de alguien.

Aún soy solo una niña, y sé que todos somos parte de una familia formada por cinco billones de miembros, de hecho por treinta millones de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso.

Aún soy solo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.

En mi rabia no estoy ciega, y en mi miedo no estoy asustada de decir al mundo como me siento.

En mi país derrochamos tanto… Compramos y despilfarramos, compramos y despilfarramos, y aún así así los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder parte de nuestros bienes, tenemos miedo de compartir.

En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.

Hace dos días, aquí en Brasil, nos soprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de esos niños nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle comida, ropas, medicinas, hogares y amor y afecto”.

Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué somos nosotros, que lo tenemos todo, tan codiciosos?

No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que el lugar donde naces marca una diferencia tremenda, que podría ser uno de esos niños que viven en las favellas de Río; que podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalia; una víctima de la guerra en Oriente Medio o un mendigo en India.

Aún soy solo una niña y se que si todo el dinero gastado en guerras se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones medioambientales, qué lugar maravilloso sería la Tierra.

En la escuela, incluso en el jardín de infancia, nos enseñan a comportarnos en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar nuestras acciones, a no herir a otras criaturas, a compartir y no ser codiciosos.

¿Entonces por qué salen fuera y se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos?

No olviden por qué asisten a estas conferencias, lo hacen porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciendo: “todo va a salir bien”, “esto no es el fin del mundo” y “lo estamos haciendo lo mejor que podemos”.

Pero no creo que puedan decirnos eso más. ¿Estamos siquiera en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: “Eres lo que haces, no lo que dices”.

Bueno, lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que nos quieren. Os desafío: por favor, haced que vuestras acciones reflejen vuestras palabras. Gracias.

Fuente:http://sonandolarevolucion.wordpress.com/

Carta abierta al Papa

Sr. Papa:

Espero que no le moleste que le dirija unas líneas. Con ellas no deseo ni ofenderle a usted ni a ningún católico; allá cada cual con sus creencias. Déjeme precisarle, sin embargo, y antes de entrar en materia, que yo no soy cristiano, aunque tengo algún buen amigo que sí lo es. Fui bautizado y educado en el catolicismo, pero perdí la fe cuando, ya joven, casi adulto, leí ese libro maravilloso llamado Biblia, que se suponía escrito –según me habían enseñado- por intervención o inspiración divina. Descubrí allí un Dios sanguinario e implacable, que exigía que ciudades enteras fueran pasadas a cuchillo, que incluso imponía el asesinato de los lactantes. Aquel Dios, señor Papa, no era para mí. Las lecturas posteriores de los Evangelios, con un Dios mucho más tolerante, mucho más humano, no consiguieron borrar de mi conciencia la huella que el Dios inmisericorde que Josué y David habían impreso, ese que contesto prepotente a Job cuando este solo quería saber el motivo por el que se ensañaba con el, y se planteaba cosas que muchos en nuestro siglo, y a lo largo de varios, lo han hecho también, aunque hasta donde se, sin respuesta alguna de Su Omnipotente parte. Así que aprendí a vivir sin más fe que la que puede depositarse en el género humano.

Pero incluso sin fe, sin estar demasiado interesado en los asuntos de la Iglesia, a menudo me pregunto que lleva usted en la cabeza, en que piensa, cuáles son sus sentimientos. Me pregunto: ¿creerá realmente ese hombre que Dios está tras él, que todo cuanto hace está inspirado por el Altísimo?, ¿se sentirá un intermediario divino, o más bien el jefe de una inmensa burocracia, de un aparato de poder económico, ideológico, también, por supuesto, religioso?, ¿cómo es la fe del Papa?

Pienso en lo que haría yo si fuera Papa y creyera en la existencia de un Dios justo y misericordioso. Entonces me veo en Sarajevo. Aunque mi seguridad no estuviera garantizada por los hombres –mi alma estaría en manos de Dios-, exponiendo mi pobre cuerpo miserable al albur de la Providencia. Salto a otra imagen y me veo entre los pobres, a pie, sin papamóvil, sin jefes de estado que me reciban al pie de la escalera del avión esperando que deposite un ridículo beso en el sucio asfalto de la pista. Me veo proclamando la

igualdad real de las mujeres, el amor –físico también- entre seres humanos que se necesitan. Me imagino compartiendo las alegrías y miserias de mis contemporáneos, sus tristezas, su dolor, su indignación ante la injusticia. Y me veo entre ellos, junto a ellos, no en un púlpito, no en un balcón, no en una plaza atestada de fans incondicionales. Son fantasías, claro. A veces sueño.

¿Sabe que soñé el otro día? Yo era usted, y recibía en el Vaticano a una delegación japonesa. Fueron directos al grano: querían La Pietá. Ofrecían mil quinientos millones de dólares. Un cardenal siciliano cayó en redondo, casi se desnuca. ¡Vender esa obra genial, nunca! Todos estaban alborotados. Todos menos yo. Tomé una decisión casi al instante: ¡vendida!

Durante unos días tomé precauciones, ya sabe, con la comida y esas cosas. Después de todo más de un Papa ha muerto por sorpresa. Mandé hacer una copia exacta de la obra. A su lado hice instalar una placa. En ella se leía: Lo que usted está viendo es una copia. El original está enterrado en los corazones de cien mil niños ruandeses, en cien mil pozos en la India, en cien mil escuelas en todo el mundo, en hospitales, en herramientas, maquinaria agrícola, material de todo tipo.

Creo que en Japón la instalaron en una urna a prueba de todo, a la entrada de una fábrica de automóviles. Allí podía contemplarse el original, pero por alguna razón la gente prefería contemplar la copia.

Sólo era un sueño. Pero quería contárselo.

FUENTE:REVISTA EL VIEJO TOPO (Nº 7 8) - Octubre de 1.994

RADIO MISTERIO

CONFERENCIA RADIO KLARA

DEBATE EN RADIO SOBRE CRISIS ENERGETICA
 
 

    boomp3.com